domingo, abril 17, 2005

Ya veras...

La radio sonó como todos los días a la siete. Como sucedía últimamente, Rocío no la escucho.
Se había acostado tarde. Siendo más joven le apetecía dormirse viendo la tele, aunque el pasar de los años y su consabida carga de estrés actual, disfrutaba leyendo hasta tarde. Esos minutos de encuentro con la lectura eran su mejor terapia, para que sus sueños no rondaran con más pesadillas de trabajo, sino con suaves reflejos de los personajes de los libros que la acompañaban los últimos minutos del día.

Para colmo, en lo que le gustaba ponía tanta pasión, que cuando cogía un libro, si la historia la atrapaba no podía parar. Últimamente esto era reiterativo por lo que no llegaba a cortar la luz hasta bien entrada la noche.
La radio matinal, sonaba con su programa preferido, e igualmente no lo oía hasta pasado mucho rato. “Aunque sea me despierto riendo”, se repetía más de una vez. Con las bromas tempraneras de la radio, juntaba energía suficiente para lo que la jornada le deparaba, que no era poco.
Su trabajo le encantaba, pero reconocía que le daba muchos dolores de cabeza. No era una profesión fácil, y sobre todo su condición de mujer, era para muchos, que la rodeaban, un impedimento.
Llevaba muchos años, peleándose con los ordenadores y con la gente de la obra.
A los primeros los dominaba, porque eran máquinas que no hablaba, por suerte. Pero a los segundos a veces los quería tirar de un empujoncito accidental del andamio de la fachada que estaban inspeccionando.
Nunca, como en los últimos años sentía el rechazo sistemático que encontraba en las obras cuando aparecía. A veces se cuestionaba si era porque era un mal profesional. Pero tenía la certeza que si bien no era un genio (los cuales había pocos en lo suyo), por medio del esfuerzo se había hecho un lugar en el mercado. Con dedicación y trabajo tenía un nombre reconocido antes sus colegas.
La gente de las obras, esos eran otra cosa.
Por milenios las mujeres no habían entrado nunca a una construcción por trabajo, a no ser que hubiera sido la propietaria de lo que se construía. Los tiempos cambiaban, y también tenían que hacerlo en la construcción, aunque todavía había vestigios de rebelión encubierta a la aceptación de mujeres en ellas. Para desgracia o resignación femenina, ella había caído en una empresa donde los propios dueños, aunque colegas, pensaban igual que la gente que contrataban.
Mientras estaba en la oficina, no existía inconveniente.
Al contrario, llevaba sola un grupo de trabajo de cinco personas, con puestos de ordenadores, donde todo se procesaba para llegar de la forma más avanzada a las obras.
Pero la alta tecnología no era buena hermana con la rudimentaria construcción.
Eso lo comprobó cuando por problemas que no vienen al caso relatar, comenzó a ir de visitas de trabajo a las obras.
Algo tenía que hacer.
Una navidad, recibió de regalo una edición de facsímile, del Diccionario de las Nobles Artes, del año 1788, y surgió la idea al leerlo.
Lo estudio de arriba abajo, se aprendió todos sus términos, y decidió aplicarlos a los trabajos de la obras que visitaba así no solo tendrían que hablar de ella por ser mujer, sino que les daría real motivo y ella se reiría, de paso, un rato. Sabía muy bien, que más de uno ni se enteraría de lo que decía, y por no dar su brazo a torcer no preguntaría. Era una venganza infantil, lo entendía muy bien pero como toda venganza aunque light era dulce, como dice el dicho y si no lo decía, le parecía igual, gozaría haciéndolo.
Había tenido que reciclarse a las circunstancias del tiempo, si su vida transcurrió hasta unos pocos años antes entre ladrillos, revocos, solados, caños, estructuras, ahora también estaba inmersa en memoria Ram, Cad, 3d, disco duro, bits, etc, etc...
Porque los de la obra no se podían reciclar en cuanto al concepto arcaico de mujeres en la construcción.
No todos se los merecía, reconocía que algunos ponían predisposición a escucharla y eran gente fantástica. Pero uno en especial, llamado Luís, a ese enfilaba la jugada.
Todo había surgido, cuando el límite llego al escucharlo un día que comentaba que en su casa hasta su perrita le hacia caso a él, por algo era el amo de la casa. Eso la saco de sus casillas.
Y el día llego. Aunque dudo de hacer algo tan infantil, al final lo hizo.
Cuando arribaron a la obra que el tal Luís llevaba, como encargado, este se sorprendió pues no la esperaba. Con una sonrisa socarrona, como era habitual, pregunto en que la podía ayudar. Ella le dijo que venia a acordilar el área de accesorios para poder levantar el rubro de la albañilería. Luís se quedo mirándola como si hubiera hablado en otro idioma. Los segundos parecían minutos, pues no contestaba. En eso comentó, “bueno vamos que la ayudo.”
Ella estaba con su ayudante, así que se rehusó amablemente y dirigiéndose a la zona de servicios de la obra a tirar los niveles necesarios para replantear la albañilería. Cuando la tarea estuvo terminada, regresaron a la zona donde estaba el tal Luís dando directivas a sus obreros, y le dijo “-debemos marcar donde irán las acroterias, aunque antes debemos definir contigo donde pondrán las adaraxas que agramilaran con el arciche, si no encuentran las que necesiten. Para nivelarlas, cuando las coloque usaran arcalifa. “
La cara que puso Luís, fue de retrato. Sabía en lo más hondo de su ser que no había comprendido ni una palabra, pero era de los que no le preguntaría a una mujer. Se le notaba la tensión de sus rasgos, trago saliva y dijo. - Por favor, arquitecta tenga la bondad de dar usted las directivas, pues me espera los colocadores de tejas para resolver un problema, ya vuelvo.-
Ella esbozo una sonrisa maliciosa, primer round ganado. Cuando se volvió a los obreros no fue tan sofisticada al hablar y con palabras habituales para ellos, les explico donde colocar los pedestales sin basa que soportarían las estatuas del jardín, donde poner las trabas de los ladrillos en las paderes que debían levantar, para que no se les cayeran, y si necesitaban cortar algún ladrillo que usaran las herramientas comunes para esa tarea. Si al ejecutarlo aparecía un desnivel en los ladrillos que le pasaran revoco fino para nivelarlo, total iría pintado.
Juan, su ayudante, no entendía muy bien que pasaba. Aunque tenía la certeza de ser espectador de excepción de algún tipo de lucha, pero creía y conocía bien a Rocío, como para no atreverse a preguntar hasta que no estuvieran de vuelta en el estudio o estuvieran solos. Se daba cuenta que cuando llegaba a las obras, sufría una transformación, levantando un muro de acero para que no la agredieran. Le gustaba trabajar con ella, hacia más de cinco años que estaban juntos, y se daba cuenta que a veces el trato que recibía no se lo merecía. Ya habría tiempo para preguntarle que había pasado. Ahora por cariño y lealtad le seguiría el juego, si bien no sabía las reglas.
Luis regreso al rato y ellos seguían inspeccionando los trabajos y tomando apuntes de todo. “Vamos a ver la salida del garaje” -dijo Rocío- y los tres se apresuraron a cruzar los grandes charcos de agua y barro que reinaban en el sótano.
”-Luis esas dos ventanas no están en el plano” - le dijo.
”-No, las puse yo, pues creía que necesitaba más ventilación natural-“
”-Pero no has visto que rompiste la euritmia de la fachada, para colmo están a guachas y no se respeto el gociolato superior”-le contesto.
Nuevamente la cara sorprendida de Luís. Pensaba - que habrá tomado esta hoy, no le entiendo ni pío lo que me dice- pero no quiso discutir.
”-Lo decidimos con Antonio, y nos dimos cuenta que las tendríamos que haber puesto más acorde con las otras ventanas de arriba pero bueno, nos equivocamos se que le tendría que haber preguntado antes, siempre las prisas, no volverá a suceder.-“
Ahora, la sorprendida fue Rocío. Había aflojado, no se lo podía creer. Bueno creo que el pobre hombre ya tiene bastante, mejor me calmo, pensó y le dijo, “-bueno tenemos que irnos, volveremos la semana que viene para ver más cosas, con lo de hoy es suficiente. Cualquier cosa me llamas al estudio.”
”- Si, no se preocupe, la llamo.”- le dijo Luís.
Cuando se dirigían al coche Juan, le pregunto que pasaba. Ella le contó, y no pudieron para de reírse.
”-Rocío, me tienes que prestar ese libro, pues no te entendí ni una palabra, y si me hablas a mi así haré el ridículo.”
En eso viene el tal Luís corriendo, pues se dejaban unos planos en la caseta, y para concluir el día, Rocío no pudo con su genio y le dijo
“- Por favor, recuerda de cerrar bien el palenque. Si nos llaman de la oficina, diles que nos pueden encontrar en la casa de placer de Villarosa.- “
Luís, se quedo mirándolos como se iban, con una expresión que parecía de dibujitos animados, cayéndosele la mandíbula por la sorpresa, ante el desparpajo de lo que había escuchado.
Juan subió al coche, también confundido y pregunto “que palenque va a cerrar, no es eso donde se atan los caballos, y a donde vamos? se que en Villarosa tenemos la remodelación de la casa de campo del jefe máximo, pero vamos a una casa de putas?-“
”-No tonto, hace doscientos años se les decía palenque al cerco de las obras y casas de placer a las casas de campo con buenas vistas. Como te voy a llevar a una casa de putas, que va a decir tu madre.”
Y no pararon de reír…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que dulce es la venganza, y que delicia el momento en que uno deja de sentirse impotente y responde.

Lindo texto :)

Anónimo dijo...

Noemi
lo mejor siempre es responder con los recursos que se tiene y obvio sin violencia.
me alegra que te gustara, gracias
saludos
lukre