sábado, abril 02, 2005

Zelie y yo

By Lucre Arrías

Que way! Ya termina el curso, pronto me llevaran a mi nueva casa. Espero que me lo pase tan bien como con Francisco y Fernando. Todo fue de diez, super bien. Aunque lo último ha sido lo más duro, pero lo necesitaba. Los chicos me malcriaron mucho el año que he estado con ellos. Necesitaba poner orden en mi vida. Las salidas a jugar al parque, las idas de juerga nocturna, aunque reconozco que a veces me quedaba afuera, me agotaban pero como me divertía. Al ser pequeña, estar siempre acompañada recibiendo mimos y sentir que se preocupan por uno, es fantástico. Tantos como yo, deambulan por la calle mendigando un poco de algo que llevarse a la boca. La situación general esta dura. Lo único que no me gustaba era las tiradas a la bañera para sacarme la mugre, y en especial al limpiarme las orejas, que rollo. Se que era el precio que tenía que pagar por poder dormir con ellos en su cuarto, sino hubiera estado condenada a la terraza.
Con María ha sido otra cosa. Me lo he pasado bien, pero me regañaba mucho al no hacer las cosas como ella quería. Se que tenia razón, pero a veces me costaba entenderla y con eso que me ponía en la espalda que picaba, no se podía. Comprendo, quiso que aprendiera a ser responsable, pero a mi me va la juerga. Lo sigo intentando quizás con el tiempo lo consiga. Eso si, al hacer las cosas correctamente, me premiaba con mi comida preferida, los dulces. Dicen que son malos para mi vista pero sabia que me pierdo por ellos. Al final, termine haciéndole caso, pues es mejor la recompensa que el castigo, aunque a veces todavía me despiste un poquito. Siempre se consigue, con nosotros, todo por el estomago, aunque una caricia detrás de la oreja y escuchar “muy bien” ayuda un montón a mantener la atención en alto para aprender más.
Estoy ansiosa, me falta solo días para ir a mi casa definitiva. Bueno eso espero. Un poquito de miedo tengo, y si no me quieren, que hago. Mi madre me inculco a mis hermanos y a mi, que estábamos destinados a cuidar de alguien que nos necesitara, siendo responsables antes estas personas, y guardando una conducta acorde con nuestra misión de perros guías.

-María, crees que esta perra tiene concluido su entrenamiento - dijo el jefe.
-Sí, me gustaría comenzar con la parte de adaptación a su nuevo amo lo antes posibles, a quien va asignada?
-A un niña, no es ciega totalmente, o eso creemos pues no habla, tiene cierto grado de autismo, y al ser pequeña es difícil decirlo con certeza. Su nombre es Zelie.
Una niña, que bien. Quizás lleve una vida más tranquila que con los golfos de los doble F. Recuerdo que cuando su primita venía de visita también me lo pasaba way. Veremos cuando venga.
El día señalado llegó para todos. Zelie apareció acompañada por sus padres. La primera impresión parecía buena. La entrenadora de la labradora de pelo claro, que todavía no tenía nombre, pues eso se lo dejaban a libre elección de su amo si se la quedaba, se alegro al ver a su discípula feliz moviendo el rabo. Le había gustado la niña o eso parecía. Todo dependía de como se entendiera. A veces meses de duro entrenamiento con estos se desvanecía en un instante porque perro y amo no se adaptaban. Todo hacia creer que esto no sucedería esta vez.
Zelie se detuvo. la perra se le acerco y se echo junto a ella. La niña se movió instintivamente al sentir el contacto de sus piernas con el pelo del animal. Y cosa curiosa para los que observaban, unos instantes se quedo quieta, y luego se sentó junto al animal. Sus dedos comenzaron a moverse sobre este sin tocarlo, descifrando su figura a través de su energía, después se posaron sobre su cabeza y con un suave movimiento iban de una oreja a otra. La niña sonrió. Daban la impresión de conocerse de toda la vida.
Me gusta. Como acaricia en las orejas..MMM. SI este es el premio por cuidarla, la misión estará cumplida. Pondré todo mi empeño en ello, por una simple caricia como esta.
El primer contacto entre ambas fue gratificante para todos. Ahora tendría que volver todos los días durante quince, para que las dos aprendieran a ser una. Una dependía de la otra y viceversa, eso se debía practicar. El problema estaba que Zelie no hablaba. Nunca lo había hecho. No sabían si lo podría hacer. Los médicos no encontraban razón clínica para ello. Esto en un principio era un impedimento, se necesitaba del sonido de la orden para que el perro respondiera. Nadie sabia que podría suceder. La duda no iba a durar mucho. La necesidad de alguien que ayudara a Zelie era imperiosa, si lo de la perra no funcionaba, se debería saber pronto para encontrar otra solución.
Los primeros ejercicios de contacto eran en la pista de entrenamiento. Consistían solo en que el invidente se acostumbrara a aceptar las indicaciones del perro al caminar, que confiara en él cuando le indicara algo. A la perra la inscribieron con el nombre de Laika. La preparación con su arnés fue temprano, antes de su primera comida matinal, pues había pasado varios días sin entrenamiento y algunos ejercicios los debía hacer antes sola.
Laika estaba nerviosa. Esperaba sentada sobre sus patas traseras con el torso erguido, moviendo la cabeza atenta a todo detalle a su alrededor, esperando ansiosa.
- Hola Laika!
La frase tomo por sorpresa, a la perra, no sabía de donde venía. Se dio la vuelta y se encontró con unos enormes ojos azules que parecían verla, y una sonrisa cálida que mato su angustia al instante. Era Zelie,.
- Hola. pero no era que no hablabas. Ayer escuche a tus padres con María y decían que no te comunicabas. Y como es que hablas conmigo, yo soy un perro.
- Bueno para hablar hay que tener algo que decir. Hasta que te conocí el otro día no tenia nada. Cuando acaricie tu pelo, suave, recién lavado, sentí tu calor, me dieron ganas de decirte que eras a quien yo buscaba. Pero pensé, es un perro. Siempre he escuchado decir que con los animales no se habla, no pueden. Yo hablo con mis plantas, tienen nombres y también me contestan a su manera. Ayer, cuando las regaba se me ocurrió que pasaría si lo intentaba contigo. Y aquí estoy.
- Que way, en serio?. Como mola. Así tenemos nuestro secreto y nadie se entera. Pero y mis colegas, también te escuchan?
-No solo tu y yo. Creo que tengo una habilidad que los demás no desarrollan, comunicarme con las cosas que quiero, como no puedo hacerlo con mi vista lo hago con mi mente y mi corazón.
María, veía la escena desde unos metros de distancia. Sabia que algo pasaba pero no entendía muy bien que. aunque esto no le importó. La perra junto a la niña, moviendo su rabo de alegría. Zelie acariciándola y sonriendo a todo momento, agachada con las rodillas en el suelo, para que su cabeza estuviera a la altura de la de Laika. Caricia va, caricia viene. las dos formando una sola. La energía que irradiaban la llenaba de felicidad. Se daba cuenta que su trabajo se había cumplido. Otro ciego ya tenía su perro guía. No necesitaba más, la práctica le decía que todo funcionaria sobre ruedas..

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