domingo, agosto 21, 2005

Hola soy yo

Autor desconocido

La fuerza del agua hacía subir las burbujas de jabón y el olor a sales perfumadas, de limón intenso, transformaban el aire, impregnado de vapor de agua, en un grito de naturaleza salvaje. Era su cura purificadora de cada mañana, el ejercicio de llenarse de vida cuando el sol aún bostezaba sereno entre las nubes de otoño. Introducía los pies muy despacio como no queriendo perturbar las formas que la espuma dibujaba sobre el agua. Después se sentaba, estiraba las piernas, se cubría con un manto blanco de delicado jabón y cerraba los ojos escapando así del recinto de su cuarto de baño para transportarse al mundo de las caricias soñadas. Apenas se movía. Era un rito iniciático que abría los poros de su piel al día que despertaba.

Tras el baño, su cuerpo desnudo buscaba un café y recorría la casa buscando papeles, llaves, papelitos amarillos cargados de teléfonos y preparaba su segundo rito, el rito de cubrirse de encajes negros para el deleite de si misma. La taza emitía sus últimas volutas cuando tenía ya desplegado sobre la cama el conjunto del día. Unas braguitas, un sujetador con aros, unas medias y un diminuto liguero todo ello de un intensisimo negro. La primera maniobra de su investidura como sacerdotisa oscura era colocar sus pequeños senos en la posición justa entre los aros, como para que estos realzaran un busto del que no se sentía excesivamente contenta. La magia de las varillas lo apretaban haciéndolo parecer mayor de lo que realmente era. Después las bragas pasaban despacio entre sus piernas y los dibujos de encaje acariciaban el nacimiento de sus muslos y el final de su diminuto estómago. Una vez perfectamente colocadas, pasaba la palma de su mano por el raso de la prenda como en un deseo de aplanarla perfectamente sin que quedase la más mínima arruga. Separaba ligeramente sus piernas y sus dedos, en la labor de habiles planchadores, se perdían hasta el fondo permitiéndose la osadía de tocar ligeramente el clítoris. El primer respingo de la mañana. Después se embutía en unas delicadas medias que prendía de un liguero de encaje no exagerado.

El resto de la ropa que debía ponerse carecía de tanta importancia y era tomado del armario con desdén. Algún día un traje sastre, otros unos pantalones y una camisa y lo más habitual unas faldas y algún jersey vaporoso. Después corría. Los ratos de placidez y tranquilidad en la ceremonia del baño y de su vestimenta interior se tornaban en aceleradas caminatas hacia el autobus, en carreras hacia su oficina y en un día vertiginoso de rápidas transacciones comerciales. Todo tiene que hacerse deprisa en el banco, en el templo del oro el tiempo es un bien cotizable.

Tras el almuerzo volvía a la oficina ya despoblada de secretarias y se encerraba en su despacho, castillo fortificado del ejecutivo. En ese momento otro rito. Caían las cortinillas que hasta ese momento le habían permitido ver la labor de sus ayudantes y esperaba una llamada de teléfono. El ring era puntual. Un ronco “soy yo” era la única conversación y comenzaba un agitado movimiento de piernas, un molineteo continuo que apretaba sus muslos fuertemente y la hacían sentir viva. Se dejaba vencer en el sillón y cuando el calor y la humedad empezaban a ser insoportables una de sus manos bajaba a tocar el raso de sus bragas. El clítoris se marcaba sobre él con una dureza que podía hasta molestarle. Los dedos jugueteaban con él hasta que una sacudida interior le hacía arquear su espalda y un grito enmudecido le hacía notar el orgasmo. Se recomponía la ropa y colgaba el teléfono, con la ilusión de que al día siguiente era ella la que diría, como un dulce susurro, hola soy yo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta :)

laceci dijo...

VAYA VAYA!!

Muy sensual. Por cierto, este blog no lo conocía!!! Muy chulo, en serio, me ha gustado.

PS: La plantilla también mola! Ya he visto que es de isnaini!!

Lucre dijo...

Ana :)

Ceci ya ves que tus post no caen en saco vacio :)