martes, enero 04, 2011

El congreso de los fantasmas - acto segundo

(Drama en tres actos) de Gabriel García Márquez.
Publicado en Obra Periodística I - Textos Costeños.


Este acto se desarrolla dos horas después del anterior, en otra habitación del castillo, donde el fantasma inglés John, y el irlandés James, se han retirado a conspirar contra la mala calidad de los otros fantasmas:
En el centro de la sala hay dos sillones, pequeños e insignificantes, para dar a la escena un ambiente de desolación. El decorado es liso, de un gris intenso. La iluminación violácea. Al levantarse el telón, John y James están fumando en sus pipas, pensativos con las piernas cruzadas.
El inglés viste un severo vestido negro. El irlandés, una chaquetilla a cuadros verdes y zapatos amarillos. Se supone que el diálogo se desarrolla en inglés.
JOHN (levantando la cabeza después de una reflexión): -Sí, mi admirable James, son unos oportunistas. El reciente caso con el celador lo comprueba.
JAMES: -Es cierto, en las islas británicas no hay fantasma que se asuste con la presencia de un vivo.
JOHN: -Exacto. Y estos idiotas, cuando el celador subía las escaleras, huyeron despavoridos. Ahora dicen que abandonarán el castillo porque todas las noches se pasea un mortal por estas galerías.
JAMES: -El más conmovedor es el vejete, Patriarca, quien dice no creer en la existencia de los mortales, pero se pone a temblar cuando oye pasos en las escaleras. Es una niñada.
JOHN (serio): -Es falta de dignidad metafísica. Repíteme, mi fiel James, todo lo que sabes de mí. Me gusta que lo hagas, porque me tranquilizas la modestia.
JAMES (declamatorio): -El señor desciende directamente del fantasma de Hamlet el rey. En Oxford, cuando asistía a las clases nocturnas deliteratura y se pidió a los alumnos que le identificaran, la mayoría de ellos lo confundió con el fantasma de Shakespeare.
JOHN (conmovido): -Lamentable error. Cuando Shakespeare murió, ya no había en Inglaterra fantasmas disponibles ni para él ni para nadie. Pero ahora, mi querido James, para desahogarme de la indignación que me producen estos aparecidos de utilería, estos gitanos de
ultratumba, voy a mostrarte una preciosa reliquia familiar.
(Se pone en pie y sale. Por el lado opuesto, entra el monje decapitado, atraviesa la escena sin ser visto por James y se sienta en el rincón de la derecha, al fondo).
JAMES (desconfiado): -Juraría que oí algo extraño. Puede ser que esté nervioso, pero lo cierto es que nada de raro habría en que estecaserón no estuviera deshabitado como se asegura.
(Entra John con un cofre labrado en la mano).
JAMES: -Al fin viene. ¿No oyó algo extraño al salir?
JOHN: -Te asustas de su sombra, mi admirable James, y terminarás descalificado. (Abre el cofre y extrae una calavera). Héla aquí, la legítima calavera que tuvo el príncipe Hamlet, mi ilustre antepasado, el día en que habló a solas por primera vez.
JAMES (extasiado): -¡Es un tesoro!
JOHN (reflexivo casi con vanidad): -Convéncete, mi noble James, que la única alternativa que le queda a un fantasma es ser fantasma ingléso no ser fantasma. (Se vuelve hacia el público, con la calavera en la mano, hasta cuando queda erguido en el primer plano, dirigiéndose al público).
-This is the question: to be or not to be!
(James, que permanece sentado, prorrumpe en aplausos).
JAMES (aplaudiendo): -Bravo, bravo, qué destreza teatral.
(John regresa al asiento y coloca la calavera a sus pies).
JOHN: -Ya veremos, dentro de una hora, quiénes son los fantasmas legítimos y quiénes los payasos de media noche. ¿Tienes lista una traducción literaria de mi hoja de servicios?
(James extrae un papel de su chaquetilla).
JAMES: -Sí, aquí la tengo traducida a esas endiabladas lenguas medievales.
(Leyendo). Desciendo del fantasma del rey Hamlet. Estuve merodeando por esas azoteas mucho tiempo más del que pudo sospechar el pobre Shakespeare. Pasé después a la porción continental de Europa, en calidad de agente propagandista de la S.O.S., la casa que, durante siglos, ha fabricado los mejores fantasmas del mundo. En Viena fui ministro plenipotenciario de todos los filósofos y alquimistas muertos antes de Santo Tomás de Aquino. Nunca hubo ninguna queja de mis servicios, pues me distinguí siempre como un fantasma discreto, cumplidor de mis deberes como ninguno otro. Aparecía, puntualmente a las doce, en las habitaciones de las doncellas, sin que mi conducta hubiera podido ser considerada demasiado humana en ningún momento. Tengo una alarmante sangre fría.
(lames interrumpe la lectura y mira a John quien le hace un gesto indicador de que siga adelante).
(Leyendo otra vez): -En ninguna parte hice cosa distinta de la que me ordenaron mis antepasados. «A los palacios subí, a las cabañas bajé, / y en todas partes dejé, / memoria amarga de mí».
JOHN (interrumpiendo): -Eso entre comillas.
JAMES: -Sí, es una cita que aprendimos de aquel fantasma enyesado que vivía en España. ¡El Comendador!
JOHN: -Recuerdo. Muy buen tipo, a pesar de lo fastidioso de sus versos. Pero sigamos.
JAMES (leyendo): -Ustedes, en cambio, señores fantasmas de fantasía...
JOHN (interrumpiendo): -Un momento, agrega ahí: «Dicté una -conferencia ante un grupo escénico de fantasmas vieneses, en la cual comprobé que Shakespeare tenía un defecto auditivo que le hizo cometer tres errores en la transcripción del monólogo de Hamlet. Tres errores que, desde nuestra perspectiva metafísica, resultan imperdonables.
(James saca un lápiz y escribe al margen lo dictado). JAMES: -¡Está hecho!
JOHN: -Bueno, ahora salgamos a tomar el fresco. Todavía falta una hora para la audiencia.
(Salen. Durante un instante la escena permanece inmóvil; pero lentamente Gido, el monje sin cabeza que ha permanecido casi todo el acto sentado en el rincón, va surgiendo del fondo, hacia el centro del escenario. Viene satisfecho, lo que puede advertirse en la manera de frotarse las manos. Cuando llega al asiento, junto a la calavera que John ha dejado olvidada, lanza un quejido de satisfacción. Luego se inclina y, tanteando, toma el cráneo entre las manos y se lo coloca en el sitio donde debía de estar su cabeza. Se levanta el capuz y queda convertido en un monje completo. Da el frente al público, avanza hacia el primer plano con los brazos abiertos).
(Telón)

FIN DEL SEGUNDO ACTO

(continuará)

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